De niño corría y corría, qué tanto y hasta dónde no lo recuerdo exactamente, sólo recuerdo que corría y corría sin parar, a veces me caía, ¡qué digo a veces, muchas veces, incontables veces!, pero de todas recuerdo que me sentaba a llorar, otras a sobarme, otras buscando a mamá que me diera consuelo (¡bendita madre que Dios me regaló!); pero siempre tras un rato me levantaba y seguía corriendo.
Hubo un día que no solo me caí, sino que el talón me rajé, ahorita que lo recuerdo hasta el cuerpo se me estremeció, un rayo de electricidad volvió a recorrerlo como aquella vez de mis 10 años, como si me volviera a ocurrir. ¡ayyyyyyyyyyyyyyyyyyy! ¡que dolooooooooooooooor!
por más cosas que me pasaron no caí en la cuenta de que mi cuerpo en verdad era debil y que no siempre como por "magia" se repararía, aunque esa magia eran largos periodos de dolor, esto paso y pasó una vez tras otra hasta que relei como 10 veces "El Licenciado Vidriera" de Cervantes y ¡zaz!, aunque poco me parecía en lo físico me vi como aquella ilustración, durmiendo, descansando en un cuarto lleno de paja, pa' que ya nada me rompiera. Aunque eso sólo quedó en mi imaginación, porque la "pata de perro" nadie me la quita.
Esto se los comparto por los "alti bajos" que traigo en la escuela, hay días que "ya no la veo llegar", es decir, que siento que me ahogo en medio de tooooooooodooooooooooo lo que tengo que hacer, estudiar, leer, escribir, etc. Cada imposibilidad creo que es un tumbo, pero igual me sigo levantando.
¿Cual será mi equivalente de veces camino a la cruz?, digo, poniendome medio místico con respecto a la Semana Santa, pero no, creo que yo ya voy camino al cielo, porque ya lo estoy disfrutando, ¡como gozo con todo esto!
Me quiero mucho, mucho, mucho, y gracias le doy a Dios por darmelos a ustedes mis amigos, porque en cada uno de ustedes le descubro en su amor, y en eso yo también.
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